domingo, 21 de abril de 2013

EL PASTOR QUE AMA RADICALMENTE



Domingo 21 de Abril de 2013
4º Domingo de Pascua
Jn 10,27-30
 “Yo doy la vida eterna a mis ovejas”

Estimados hermanas y hermanos, mi saludo cordial para ustedes, deseándoles paz y bendición en sus hogares. Que el Señor Jesús guíe a nuestras familias a vivir según el espíritu de las bienaventuranzas. Este cuarto domingo de Pascua es denominado el “Domingo del Buen Pastor”, y como Iglesia estamos llamados a realizar una Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.

El texto del Evangelio que hoy se proclama nos ofrece unas bellas palabras que nos introducen en la profundidad de la relación que Jesús establece como Pastor con nosotros, que somos sus ovejas:
  • -  Mis ovejas escuchan mi voz: Somos el Pueblo de Dios, el rebaño al que es dirigida La Palabra Viva de Dios. Escuchamos la voz de Jesús que es clamor de justicia, amor y paz para instaurar en este mundo su Reino eterno. Escuchamos su voz compasiva para ser también nosotros compasivos.
  • - Yo las conozco: El Buen Pastor, el Señor Jesús, establece una relación íntima con cada uno de nosotros. Él conoce nuestro origen, nuestra historia, nuestros pasos, nuestras heridas. Se compadece de nuestra debilidad y nunca nos abandona. Nos ama personalmente y nos da por su gran misericordia un nombre nuevo: “Mi hijo, mi hija”.
  • -  Y ellas mi siguen: Somos el pueblo nuevo que surgió de la Pascua. Él nos precede en el camino que lleva al Padre. Seguimos sus pasos, nos esforzamos por vivir como Él vivió. Por eso nuestras acciones deben ser reflejo y prolongación de la acción de Jesús entre los pobres y los que sufren: en ello se manifiesta con claridad que somos sus seguidores.
  • -  Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás: Jesús nos ofrece la vida plena, la vida que no se acaba. En nuestro bautismo inauguramos una vida renovada, con ideales, con utopía, con sentido. No tememos a la muerte, ésta ya no tiene dominio en nosotros.
  • -  Y nadie las arrebatará de mi mano: Jesús es nuestro fiel defensor. Él levanta su callado para defendernos de las garras del enemigo. Estamos rodeados de su protección: su Palabra, su Eucaristía son el escudo que nos libra de la injusticia y el pecado del mundo. Nadie nos arrebatará de sus manos heridas por amor.


Nuestras familias están bajo la protección del buen pastor. Seamos consecuentes con ese amor misericordioso y velemos con valentía por los seres queridos que se nos han confiado. Confiemos en aquél que murió y resucitó para salvarnos.

Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

sábado, 13 de abril de 2013

RESUCITAR LAS RELACIONES




Domingo 14 de Abril de 2013
3º Domingo de Pascua
Juan 21, 1-19.
“Apacienta mis corderos”

Aleluyas y cánticos de Pascua alegran nuestros templos y asambleas. Que la fuerza misericordiosa del Resucitado prolongue su acción en sus hogares, queridos hermanos y hermanas emefecistas.

El texto evangélico que se proclama hoy es de una riqueza extraordinaria. Relata la tercera manifestación de Jesús a sus discípulos después de la resurrección. Al parecer los discípulos han vuelto a la cotidianidad de la vida de Galilea y se ha ido a pescar en el lago Tiberíades por iniciativa de Pedro. El trabajo de una noche entera no bastó para obtener pesca. En esas circunstancias de fracaso y de cansancio aparece Jesús en la orilla del lago, y sin que le reconozcan, les anima a echar la red del otro lado. De repente, la sobreabundancia de pesca abre los ojos al discípulo amado que reconoce al Señor. Pedro salta de la barca y corre a la orilla. No caben palabras ni explicaciones; es el Maestro el que les espera con el alimento preparado: Jesús recrea, restaura, regenera, resucita la comunidad de discípulos en el alimento compartido.
                                                              
Finalmente, aparece en el texto el diálogo entre Jesús y Pedro. Aquella triple negación de la noche del jueves santo es dejada atrás por el amor tres veces confesado por Pedro. La misión de ser piedra de la Iglesia requiere en esta hora de la Pascua la fuerza del amor que reconcilia. Pedro necesitó resucitar también como apóstol del Evangelio, renunciando al temor, a la propia fragilidad y a las relaciones rotas para emprender de nuevo con sus hermanos el sueño que comenzó en Galilea: el Reino de Dios.

Adentrémonos ahora en el seno de nuestras familias. Cuántas relaciones esposo, esposa; padre, madre e hijos… han sido heridas a muerte por la traición, el odio, los silencios y la ausencia de cariño. Jesús nos ofrece la oportunidad de resucitar en nuestras relaciones; y sólo nos pide la humildad de nuestra fe para alcanzar lo que consideramos imposible. Él sigue contando con nosotros tal y como somos; no nos pide méritos y o una vida intachable sino únicamente la fe para tirar la red del otro lado. Jesús nos pide que resucitemos en nuestras relaciones, que sanemos el pasado con el bálsamo de su misericordia, y podamos de nuevo sentarnos a la mesa y compartir la vida. Pidámosle a Él, que pasó por la muerte cruel, que hoy salgamos victoriosos de nuestra noche oscura y podamos de verdad ser hombres y mujeres nuevos en el anuncio de su reinado. Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.