domingo, 28 de julio de 2013

FAMILIA QUE ORA UNIDA, PERMANECE UNIDA


Domingo 28 de Julio de 2013
17º Domingo Ordinario
San Lucas 11,1-13: “Señor, ensénanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos”.

Hermanos y hermanas: llegue a ustedes mi saludo afectuoso, deseando que en sus familias los lazos de amor sean siempre fortalecidos por la fuerza de Dios Padre Misericordioso.

En este día el tema central de la liturgia es la oración cristiana. Los discípulos se acercan al Señor pidiéndole que les enseñe a orar como Juan enseñó a sus discípulos. Es así como Jesús comparte con ellos su estilo particular de orar, proponiendo el modelo de plegaria por todos conocido: el Padrenuestro. Se trata de una oración modélica que encierra los principales ideales y valores que movieron a Jesús como mensajero de la Buena Noticia: el Padre, el Reino, el pan, el perdón, la resistencia ante el mal.

La oración es un elemento distintivo de la vida de Jesús; los momentos decisivos de su existencia están marcados por el diálogo de amor con su Abbá. Desde el comienzo de la vida pública en el Jordán, pasando por el anuncio del Reino y en el momento culminante del sacrificio de la cruz la oración es un eje transversal que da sentido, unidad y plenitud a la relación que Jesús mantiene con su Padre.

Jesús es el maestro de oración por excelencia. Por ello, cuando Él habla de la oración a sus discípulos les indica unas características esenciales:
-          Cuando oramos nos dirigimos a un Dios que es Padre, que conoce nuestra necesidad y que se compadece siempre de nosotros.
-          Esta oración está marcada por la confianza. No debe haber temor alguno, ni debemos llenarnos de méritos para que Él nos escuche.
-          En la oración no se piden cosas superficiales, sino, ante todo, que se cumpla la voluntad del Padre, así en la tierra como en el cielo.
-          Lo mejor que podemos pedir al Padre es su Espíritu, aliento de vida, fuerza de la misión, alma de la Iglesia.

Hermanos y hermanas, estamos en una nueva primavera de la Iglesia. Es tiempo de levantar a las familias según el proyecto de Dios. Hoy el Papa Francisco, en la misa conclusiva de la JMJ 2013 en Río de Janeiro, nos decía: “Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe, anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia”. Precisamente es en la familia donde el amor y la fe en el Padre deben empezar a germinar cuando los padres enseñen a los pequeños el valor de orar. Orando nuestras familias recobrarán la fuerza de la unión y de la pasión apostólica que la Iglesia necesita para esta nueva época.

Este es el tiempo oportuno.


Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

domingo, 14 de julio de 2013

AMANDO CONTEMPLAMOS A DIOS


Domingo 14 de Julio de 2013
15º Domingo Ordinario
San Lucas 10,25-37: “Ve, y procede tú de la misma manera”.

Estimados hermanos y hermanas, un saludo afectuoso para sus familias, deseando que el Señor les dé nuevas fuerzas para vivir el Evangelio en la realidad de cada día.

En la Palabra que se proclama este domingo se nos recuerda el camino certero para “heredar la vida eterna”: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús nos ofrece una espiritualidad que tiene un alcance humano y divino; la vida eterna, plena y feliz que inicia en esta tierra se recibe amando a Dios con radicalidad y al prójimo, herido en el camino, como a uno mismo. No debemos poner el centro de nuestra experiencia de fe en el cumplimiento de las leyes del culto, en la buena imagen que podamos mostrar a los otros, o en la devoción desligada del amor a los semejantes. La balanza que revela cuán cerca estamos de Dios se equilibra necesariamente amando al prójimo, al ser humano que tenemos cerca, a los despojados de su dignidad y a los que han sido abandonados al margen de los caminos de la historia como desechables. Se trata de un amor sin condiciones ni negociación, un amor natural que surge por el mero hecho de ser “humanos” y que actúa sanando con el aceite del perdón y el vino de la compasión.

En la alianza matrimonial hombre y mujer se unen jurando ante Dios y la Iglesia un amor fiel y perdurable hasta la muerte. En esta entrega libre y realizante se manifiesta lo mejor de los sentimientos del ser humano que nacen de la raíz misma del amor divino. La pareja se compromete a vivir ante la sociedad en un respeto y cuidado mutuo para alcanzar la santidad a la que llama el Señor. Sin embargo, sabemos bien que la institución matrimonial va en declive por la tendencia egoísta e idólatra de nuestro mundo, que pretende unir a las parejas con un amor descomprometido y desechable. La maravilla del matrimonio cristiano es que en la entrega mutua y fiel al cónyuge amado Dios mismo se revela. Los cónyuges que se tomen en serio esta realidad podrán experimentar, amando a su pareja, “carne de su carne”, la fuerza más desbordante que llena de felicidad: Dios mismo. Ese es el secreto de tantos matrimonios que han profesado la fe y han dado al mundo hijos e hijas servidores de la vida y del Evangelio. Ese es el tesoro que debemos comunicar como emefecistas a las nuevas generaciones y que será el punto de partida para sanar a nuestra sociedad. Seamos los samaritanos de hoy que movidos por compasión nos detengamos a sanar a aquellas familias que están heridas al margen del camino por el mal. Este es el tiempo oportuno.


Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

viernes, 5 de julio de 2013

COMPARTIR BUENAS NOTICIAS


Domingo 7 de Julio de 2013
14º Domingo Ordinario
San Lucas 10,1-12.17-20: “El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió”.

Un saludo especial para ustedes, hermanos y hermanas, deseándoles que Dios esté en el centro de sus familias como fuente de vida y de amor.

En el Evangelio que se proclama este domingo se nos presenta el envío que Jesús realiza de setenta y dos discípulos para preparar el camino en aquellas ciudades por donde Él iba a pasar.

El Señor nos envía a la misión. Se trata de una tarea difícil, ardua, pues en ella están latentes el esfuerzo personal, la persecución y el rechazo. La abundancia de “la mies”, la presencia de “los lobos”, la austeridad de medios para viajar, el no ser bien recibido… son las notas características que manifiestan, desde una doble vertiente, la contradicción y la autenticidad de la misión cristiana de todos los tiempos. La vida del Reino surge en medio de dolores de parto pues el espíritu de maldad presente en nuestra humana realidad está en pie de guerra para opacar la libertad, la paz, la fraternidad y la salvación que Dios ofrece a sus hijos e hijas.

Somos enviados a anunciar buenas noticias a las familias: “Al entrar en una casa, digan primero: ¡Que descienda la paz sobre esta casa!”, dice Jesús. Comunicamos a la sociedad la paz que nace del corazón de Dios, Padre misericordioso: la paz que es armonía y  reconciliación Él, con nuestro prójimo y con la creación entera.

El anuncio el Reino debe realizarse en un clima de diálogo, en sintonía con las aspiraciones, sueños y utopías más profundas del corazón humano. La misión no es imposición sino diálogo; proponemos a la sociedad una vida nueva fundada en el amor, la justicia y la solidaridad para transformar nuestro mundo en la casa donde Dios reine. Muchas veces a los cristianos se nos tacha de usar un lenguaje desfasado que ya no entienden las nuevas generaciones. Nuestras ideas religiosas y la forma en que las expresamos ya no logran hacer eco en la sociedad de hoy. Por ello, si decimos que la misión es diálogo, debemos proponernos el reto de compartir nuestra fe a partir de categorías razonables y entendibles por todos, siendo fieles a la verdad y procurando responder testimonialmente con nuestros actos por aquella experiencia de Dios que da sentido a nuestra vida. ¡Hagámonos entendibles, seamos creíbles!

Una vez más Jesús nos envía a salir fuera, a los pueblos, a las familias, a la periferia. No estamos llamados, como miembros del Movimiento, a quedarnos encerrados en nuestros grupos base. Somos militantes del Reino, seguidores del gran Misionero, Jesús de Nazaret, que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal (cf. Hechos 10, 38). Comuniquemos la salvación que viene de Dios. Este es el tiempo oportuno.


Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.