14º Domingo Ordinario
San Lucas 10,1-12.17-20: “El Señor designó a otros
setenta y dos, y los envió”.
Un saludo especial para ustedes, hermanos y hermanas, deseándoles que
Dios esté en el centro de sus familias como fuente de vida y de amor.
En el Evangelio que se proclama este domingo se nos presenta el envío
que Jesús realiza de setenta y dos discípulos para preparar el camino en
aquellas ciudades por donde Él iba a pasar.
El Señor nos envía a la misión. Se trata de una tarea difícil,
ardua, pues en ella están latentes el esfuerzo personal, la persecución y el
rechazo. La abundancia de “la mies”, la presencia de “los lobos”, la austeridad
de medios para viajar, el no ser bien recibido… son las notas características
que manifiestan, desde una doble vertiente, la contradicción y la autenticidad
de la misión cristiana de todos los tiempos. La vida del Reino surge en medio
de dolores de parto pues el espíritu de maldad presente en nuestra humana
realidad está en pie de guerra para opacar la libertad, la paz, la fraternidad
y la salvación que Dios ofrece a sus hijos e hijas.
Somos enviados a anunciar buenas noticias a las familias: “Al entrar en
una casa, digan primero: ¡Que descienda la paz sobre esta casa!”, dice Jesús. Comunicamos
a la sociedad la paz que nace del corazón de Dios, Padre misericordioso: la paz
que es armonía y reconciliación Él, con
nuestro prójimo y con la creación entera.
El anuncio el Reino debe realizarse en un clima de diálogo, en sintonía
con las aspiraciones, sueños y utopías más profundas del corazón humano. La
misión no es imposición sino diálogo; proponemos a la sociedad una vida nueva
fundada en el amor, la justicia y la solidaridad para transformar nuestro mundo
en la casa donde Dios reine. Muchas veces a los cristianos se nos tacha de usar
un lenguaje desfasado que ya no entienden las nuevas generaciones. Nuestras
ideas religiosas y la forma en que las expresamos ya no logran hacer eco en la sociedad
de hoy. Por ello, si decimos que la misión es diálogo, debemos proponernos el
reto de compartir nuestra fe a partir de categorías razonables y entendibles
por todos, siendo fieles a la verdad y procurando responder testimonialmente con
nuestros actos por aquella experiencia de Dios que da sentido a nuestra vida.
¡Hagámonos entendibles, seamos creíbles!
Una vez más Jesús nos envía a salir fuera, a los pueblos, a las
familias, a la periferia. No estamos llamados, como miembros del Movimiento, a
quedarnos encerrados en nuestros grupos base. Somos militantes del Reino,
seguidores del gran Misionero, Jesús de Nazaret, que pasó por el mundo haciendo
el bien y curando a los oprimidos por el mal (cf. Hechos 10, 38). Comuniquemos la
salvación que viene de Dios. Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños,
cmf.

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