21º Domingo Ordinario
San Lucas 13, 22-30: “Hay últimos que serán los
primeros, y hay primeros que serán los últimos”
Estimadas familias, llegue a ustedes mi saludo, deseándoles
que el amor de Dios plenifique todas sus relaciones y les haga brillar en la
sociedad como testimonio de vida nueva.
En el texto evangélico que se proclama este domingo,
Lucas nos presenta a Jesús enseñando al pueblo por los caminos que llevan a
Jerusalén. Surge de uno de entre la gente la inquietud de si son muchos los que
se salvan. En la mentalidad judía la vida plena se alcanzaba por el mero hecho
de ser parte del pueblo elegido; es decir, la salvación definitiva ya estaba
obtenida por el lazo sanguíneo y por la circuncisión que les ligaba a la
Alianza de Moisés. Sin embargo, Jesús enseña que para alcanzar la vida es necesario
“luchar”, “pasar por una puerta estrecha”. Se trata, en efecto, de la propuesta
de los profetas que urgen al pueblo a manifestar el cumplimiento de la Alianza
en la práctica de la justicia con los pobres, los huérfanos, las viudas y los
extranjeros.
La relación con Dios pasa, necesariamente, por la
vivencia del amor y de la justicia con el prójimo. Quien no ama no conoce a
Dios, ni tiene en sí mismo vida plena. Quien no ama está destinado al fracaso:
“pretenderán entrar y no podrán”; “no sé de dónde son”; habrá “llanto y
rechinar de dientes” para quienes practiquen y promuevan el mal… Para Jesús,
incluso, los que practican la justicia desde su recta conciencia son
merecedores de la vida, aunque no hayan siquiera escuchado hablar de su nombre:
“vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en
el Reino de Dios”.
Hermanos, la verdadera fe se prueba cuando se pone en
la balanza del amor. A veces nos valemos de títulos y honores para escalar en
la sociedad, o para ocupar un lugar privilegiado en la familia, o en el mismo
Movimiento. Sencillamente esto no basta para ser reconocidos ante Dios que
conoce hasta lo más íntimo de nuestro corazón. La fórmula de una buena imagen
mezclada con la inmundicia del odio y la injusticia es una bomba atómica que
lleva progresivamente a hogares y sociedades a la destrucción.
Seamos coherentes con nuestro testimonio de vida. No
echemos en saco roto tantas oportunidades que nos da el Señor para
convertirnos. No dejemos para la hora final nuestros lamentos. Pidámosle a Él
que nos dé la gracia de ser hombres y mujeres nuevos en esta hora de la
salvación, y que podamos ser de esos últimos que serán los primeros. Este es el
tiempo oportuno.
Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

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