sábado, 28 de septiembre de 2013

CEGUERA VOLUNTARIA


Domingo 29 de Septiembre de 2013
26º Domingo Ordinario
San Lucas 16,19-31: “A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre”

Queridos amigos y amigas, reciban mi saludo y bendición, con el inmenso deseo de que cada día ustedes vayan progresando en el conocimiento y la vivencia de la Palabra que nos hace libres.

En el Evangelio que se proclama este domingo se nos presenta una parábola desafiante e incisiva que nos llama a la conversión. Se trata de la parábola del rico epulón (que quiere decir “glotón”) y del pobre Lázaro. La parábola está antecedida por la del domingo pasado, que hablaba del administrador astuto. Los versículos que concluyen aquel episodio dicen: “Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él”. Por ello, Jesús retoma con mayor fuerza el tema de la riqueza injusta y propone esta escena simbólica donde un rico, rodeado de opulencia, lujo y exquisitez se da una “buena vida”, mientras el pobre Lázaro come de las migajas que caen de su mesa. Es tal la ceguera que tiene el rico, provocada por la desmedida posesión de bienes, que le es imposible ver la miseria en que vive su prójimo. Mucho menos es capaz de sentir compasión ante su situación para aliviar en algo sus penas. Y es que, hermanos y hermanas, hay cegueras que nos imponemos voluntariamente para no ver y dejarnos afectar por el sufrimiento de los demás. Nos envolvemos en una espiral de injusticia, codicia, manipulación, esclavitud y violencia… provocando la muerte de millones de “Lázaros” en nuestro mundo.

Sin embargo, nuestra vida tiene un futuro qué decidir. Dios nos da la oportunidad para elegir en esta tierra la felicidad eterna de estar “junto a Abraham”, el hombre fiel a la Alianza; o en el lugar de los muertos, atormentados, en medio del inacabable fracaso existencial… para ello debemos despojarnos de aquello que nos impide ver la realidad. La sociedad actual se ha afanado por pintarnos un modelo de felicidad basado en el consumismo, el lujo, el individualismo… llevándonos a un terrible abismo de muerte, donde el sinsentido de la vida reina a sus anchas. Es un modelo de felicidad que nos aísla de los pobres, que nos hace indiferentes y egoístas. Un estilo de vida que justifica de mil formas la muerte trágica de tantos hijos e hijas de Dios.

Jesús nos llama a revertir este orden asesino con el que se configura la sociedad poniéndonos alerta para que sepamos que después de la muerte no hay vuelta atrás. Simbólicamente se nos dice que después de la muerte no habrá siquiera una gota de agua que pueda calmar nuestra sed. Sólo viviendo desde las enseñanzas de “Moisés y los profetas”, basadas en la justicia y el amor al prójimo, podremos ser herederos de la vida plena que Dios nos promete. No hay otro camino. Hoy estamos llamados a ser misericordiosos, a compartir nuestra mesa con los hijos e hijas de Dios que sufren hambre. Este es el tiempo oportuno.


Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

viernes, 20 de septiembre de 2013

PERDER UN POCO PARA GANAR MUCHO


Domingo 22 de Septiembre de 2013
25º Domingo Ordinario
San Lucas 16,1-13: “No se puede servir a Dios y al dinero”.

Muy apreciados amigos y amigas: que la fuerza del Resucitado llegue a ustedes este domingo y logren experimentar cada vez más el gozo de ser hombres y mujeres nuevos, servidores de la vida.

En el Evangelio que se proclama este domingo Jesús dirige a sus discípulos una parábola sobre el tema de la riqueza. La parábola comienza relatando cómo un administrador corrupto es despedido por su jefe. La vida del administrador cambia inesperadamente de la noche a la mañana, ya que no cuenta ahora con el amparo del dinero de aquel hombre rico. Los administradores de aquella época no ganaban un sueldo, sino que recibían comisiones por lo que cobraban para sus jefes. Por tal motivo muchos ponían elevados impuestos a los deudores para procurarse una buena ganancia. Con la ingeniosa jugada que hizo este administrador no lesionó los intereses de su jefe, sino que con ella renunció a la comisión que le tocaba y así ganó amigos para el mañana. Ésta fue la inversión más importante de su vida: para procurarse un buen futuro no se preocupó por el dinero en sí mismo, sino en cultivar las relaciones humanas. Normalmente en la actualidad medimos el éxito en categorías financieras, pero los bienes materiales no garantizan en sí mismos la felicidad; por eso, Jesús dice que evitemos con gran cuidado todo tipo de codicia, porque la vida no está garantizada por los bienes, por abundantes que estos sean.

Con frecuencia solemos ver a personas exitosas financieramente, pero fracasadas como amigos, esposos y padres de familia… personas incapaces de sonreír y de pasar el tiempo con sus hijos y disfrutar con los demás, incapaces de “perder un poco” para “ganar mucho”. Jesús nos invita a no comportarnos como señores del mundo y esclavos del dinero, sino como buenos administradores, teniendo como único Señor a Dios, el Padre Misericordioso, que desea que todos los seres humanos “se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (2 Tim 2,4).

Hermanos y hermanas, todo lo que tenemos es prestado y algún día tendremos que devolverlo; incluso hasta el último soplo de vida. Por eso la codicia no nos ayuda en nada a ser personas libres y felices. Debemos centrar nuestra vida en Dios, no en el dinero. Al centrar nuestro afán en la riqueza nos hacemos esclavos de un pésimo amo. Amando a Dios con todas las fuerzas y al prójimo como a nosotros mismos seremos realmente libres. Siendo fieles a Dios hasta en los pequeños detalles, como en la administración del dinero con rectitud de corazón, gestaremos un mundo más justo y más humano.

Este es el tiempo oportuno.


Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

domingo, 15 de septiembre de 2013

EL PROFUNDO AMOR DE DIOS


Domingo 15 de Septiembre de 2013
24º Domingo Ordinario
San Lucas 15,1-32: “Mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado”.

Queridas familias, el amor fiel de Dios nos hace amanecer un nuevo día. Que la fuerza de ese amor divino nos estimule cada vez más en el compromiso de ser hombres y mujeres nuevos del Reino de la Vida.

En el episodio que Lucas nos narra en este domingo se nos presenta a Jesús, acogiendo a publicanos y pecadores que desean escuchar su Palabra. Ante este comportamiento, los fariseos empiezan a murmurar contra Jesús, escandalizados porque comparte la mesa con este tipo de personas. Recordemos que compartir la mesa en la mentalidad judía es una expresión de comunión interhumana, e incluso, divina y, por eso, cuando se invitaba a alguien a compartir la mesa éste debía ser de la misma condición social y económica, para no deshonrar la buena fama del anfitrión. En consecuencia, según el entender de los fariseos, Jesús, al entrar en comunión con sujetos de baja reputación, se convertía en uno más de ellos, y por tanto, no tendría autoridad alguna para ser un auténtico profeta y maestro enviado por Dios.

Jesús, sin embargo, quiere rebatir esa idea distorsionada que tienen de su misión y se vale para ello de tres parábolas bien conocidas por nosotros: la de la oveja perdida y encontrada, la de la moneda perdida y encontrada, y la del Padre misericordioso. En síntesis Jesús enseña que su comportamiento es expresión, imagen y consecuencia de cómo es el Dios que Él anuncia: un Dios Padre que busca afanadamente al ser humano porque lo ama profundamente, más allá de su apariencia y comportamiento moral; un Dios Padre que sale al encuentro, que sana, perdona y rescata a sus hijos; un Dios Padre que prepara un banquete y se dispone a servir una mesa de inclusión, donde todos y todas cabemos.

Esta es la buena noticia que Jesús anuncia: no que “debamos buscar a Dios”, sino que “Él ya salió a nuestro encuentro” para ofrecernos la salvación. En Él hay vida, amor, paz y reconciliación. Él ama a los pobres, a los enfermos, a los pecadores… son su oveja perdida, su moneda preciosa, su hijo pródigo. ¡Tenemos mil caminos abiertos para la salvación!; dejémonos amar profundamente por Él.

Hermanos y hermanas, si nos decimos discípulos de Jesús, también debemos imitarle en su amor radical, profundo y desinteresado hacia quienes han perdido el camino o son marginados. No somos un grupo élite de “salvados”, somos pregoneros de la salvación para aquellos y aquellas que ya perdieron el gusto de vivir. Vivamos en la profundidad de ese amor.  Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.