23º Domingo Ordinario
San Lucas 14,25-33: “El que no carga con su cruz y me
sigue, no puede ser mi discípulo”
Muy buen domingo para ustedes, hermanos y hermanas,
deseándoles paz y bienestar en sus familias. Que este día sea la oportunidad
para encontrarnos y celebrar juntos la fe que nos lleva a la vida.
El Evangelio que se proclama hoy nos presenta a Jesús
rodeado de una multitud que le sigue en su camino hacia Jerusalén. Quizás
muchos van tras Él por mera curiosidad, por simple interés de obtener un
milagro, o por la fuerza de las masas, sin haber medido el compromiso, el
riesgo y la radicalidad de ser sus discípulos. Por eso el Maestro se da la
vuelta y les dice unas palabras fuertes que cuestionan la autenticidad de sus
intenciones y clarifican de qué forma y con qué fuerza se debe hacer opción por
el Reino de Dios. Jesús no pretende destruir o dividir a las familias; lo que
quiere es que seamos libres cuando le sigamos, que tengamos presente en nuestra
conciencia qué es lo primero y más importante en esta vida. Ningún afecto,
relación, o posesión material pueden anteponerse al ideal de ser discípulos de
Jesús de forma radical.
Las parábolas del hombre que planea construir una
torre, o la del rey que planea ir a la guerra, quieren animarnos a que hagamos
un balance en nuestra vida, que midamos nuestras fuerzas, que tengamos claridad
de hacia dónde vamos y de qué compromiso adquirimos cuando decimos que creemos
en Jesús. Ser discípulos nos lanza a la aventura de una vida nueva basada en el
amor, la justicia y la fraternidad universal. No se trata por tanto de
“cumplir” un precepto religioso sin más. La vida que nos ofrece el Señor nos
lleva más allá del cumplimiento y la devoción encajonada; nos exige vivir en la
atmósfera de Dios en todo momento y en toda situación personal y familiar.
Pensémoslo bien, hermanos y hermanas, ¿cómo podemos decirnos cristianos y tener
en nuestras propias familias pactos con el mal y el pecado que son negación de
la misma esencia de Dios Amor?
Seguir a Jesús implica renuncias, ciertamente, pero es
más que eso. Seguir a Jesús es ser “elegido” por el amor y “optar” por la vida.
Ahí está la fuerza que movió a los apóstoles a salir de Jerusalén después de la
resurrección para anunciar el Reino de Dios por todo el mundo, hasta entregar
la propia vida a ejemplo de su Maestro y Señor.
Vivimos tiempos difíciles y a la vez esperanzadores para
edificar en familia la torre de la fe; para salir como un gran ejército de paz
en defensa de la vida que se nos ha dado gratuitamente. Permitamos que Jesús
siga siendo en nuestras familias el fundamento que sostiene nuestro amor,
nuestra fe y nuestra esperanza. Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños,
cmf.

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