2º Domingo Ordinario.
San Juan 1,29-34: “Este es el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo”.
Muy feliz
domingo, hermanos y hermanas. Deseo vivamente que la fuerza de Dios les anime a
perseverar cada día en el camino de la fe. Celebremos hoy en familia el don de
la libertad que nos regala el Señor.
Después de las
solemnidades de la navidad retomamos de nuevo el ritmo del tiempo ordinario,
contemplando a Jesús en los episodios de su vida pública. Ya el domingo
anterior celebrábamos la fiesta del Bautismo del Señor como memoria de aquel
acontecimiento en el que Jesús emprendió sus primeros pasos en la realización
proyecto de salvación en medio del pueblo. Hoy continuamos con la narración de
estos hechos, pero a través del Evangelio de San Juan.
El texto nos
describe con sencillez cómo el Bautista da testimonio ante el pueblo de aquel
humilde nazareno que llegó en medio de las filas a pecadores a pedir el baño de
las aguas del Jordán. Se refiere a Él con unas palabras enigmáticas y cargadas
con un profundo sentido profético: “Este es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo”. El título de “Cordero” hace referencia al cordero que se
sacrifica en la noche de pascua, como memoria y acción de gracias por la
libertad de los esclavos hebreos en Egipto. Asimismo, el “Cordero” nos remite a
la visión de Isaías que habla del Siervo Sufriente, que no teniendo culpa
alguna, carga sobre sí el pecado de la humanidad. Jesús es presentado como
aquél que arrancará de raíz el mal que pesa en el corazón del mundo y quien
entregará su vida por amor, asumiendo en la cruz el sufrimiento humano. Tal es
la misión de Jesús: Él es sacrificio, alimento y libertad para el pueblo. En Él
está la presencia del Espíritu, que es el soplo vital de la creación, el fuego
de los profetas, el gestor de la esperanza de los pobres. Es el Espíritu el que
impulsa a Jesús a predicar de una región a otra, el que hace brotar palabras de
vida en boca del Maestro. Es el Espíritu el que mueve a Jesús a dar salud y
liberación a las personas desde el amor y la cercanía, como revelación de la
gloria de Dios.
Hoy, como el
Bautista, debemos dar testimonio de Jesús en nuestro contexto. Y lo debemos
hacer con alegría y humildad, sin temor a perder prestigio o los honores
sociales. Anunciar a Jesús en el trabajo, en la escuela, en el barrio, sobre
todo con una conducta honesta y justa. Anunciemos a Jesús en los hogares,
despertando la esperanza en aquellos que ya no encuentran solución a sus
problemas. Seamos mensajeros del Reino en estos días de gracia que se nos
ofrece. Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

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