27 Domingo Ordinario
San Mateo 21,33-46: “El Reino de Dios les será quitado
a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos”.
Hermanos y
hermanas, feliz domingo. Que Dios, el Señor de la vida, inunde sus hogares de
paz y bendición. Aprovechemos para celebrar juntos en familia el don de la
vocación cristiana.
En el evangelio,
Jesús dialoga con los sumos sacerdotes y autoridades y les narra la parábola de
los viñadores asesinos. Los profetas del Antiguo Testamento solían representar
al pueblo Israel como una viña plantada y custodiada por Dios. Hasta el
momento, debido a su egoísmo y dureza de corazón, los líderes del pueblo no han
sabido acoger la Buena Noticia de Jesús. No han sido capaces de percibir la
hora de la salvación. Es más, como líderes, “viñadores arrendatarios”, han rechazado,
maltratado y asesinado a los “sirvientes”, los profetas, que han sido enviados
en el transcurso de la historia para percibir el fruto de las cosechas. Y en
esta hora decisiva, con la presencia del Hijo de Dios frente a sus ojos,
tampoco abren su corazón y se mantienen enceguecidos por la incredulidad. Jesús
intuye el final de su vida en manos de los poderosos de la nación y, por eso, la
parábola no sólo es un juicio para la incredulidad de los sumos sacerdotes y
autoridades sino el anuncio de la sustitución del pueblo de la antigua Alianza
por un nuevo pueblo de Dios.
Nosotros somos este
nuevo pueblo de Dios, nacido del costado abierto de Cristo crucificado. Somos la
Iglesia, la viña del Señor. Somos los nuevos servidores comprometidos en estos
campos donde fructifica la obra del Mesías. Nuestras familias siguen siendo
tierra fértil donde la semilla del Evangelio debe ser acogida. Sin embargo,
todos comprobamos cómo el panorama social es sumamente adverso para fundar y
consolidar familias cristianas. Se tratan de ataques ideológicos frontales y
voraces a los principios de la moral cristiana donde se pone en juego el futuro
de nuestros hijos e hijas. Hermanos y hermanas, en la fe hay asuntos
innegociables: la protección a la vida en todas sus etapas, la educación cristiana
de las nuevas generaciones, la fidelidad matrimonial, el no rotundo al
divorcio, el trabajo realizado con dignidad y la responsabilidad compartida en
el hogar.
Sólo desde Jesús
y su generosa entrega podremos entender que lo tenemos en casa es sumamente
valioso. Nuestras familias son la viña del Señor. No permitamos que el enemigo
ni los “arrendatarios” se roben el fruto de la cosecha que le pertenece
únicamente a Dios.
Este es el
tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

No hay comentarios:
Publicar un comentario