sábado, 18 de abril de 2015

MENSAJEROS DE RESURRECCIÓN



Domingo 19 de Abril de 2015
3º Domingo de Pascua
San Lucas 24, 35-48: “Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona”.

Queridas familias, paz y bendición para ustedes. Estamos en los días luminosos de la Pascua, donde dirigimos nuestra mirada a Jesús, muerto y resucitado por nuestra salvación. Que el amor de Dios manifestado en su Hijo les ayude a fortalecerse en la fe y la entrega cotidiana.

El texto evangélico de este domingo nos ubica en el día de la resurrección. Los discípulos de Emaús regresan presurosos al sitio donde se encontraban los apóstoles para contarles la experiencia que tuvieron al reconocer a Jesús resucitado al partir el pan. Mientras hablaban de esto Jesús se presenta en medio de ellos, ofreciéndoles su paz y mostrando las señales de su pasión para que salieran de su asombro: no es un fantasma, es Él mismo en persona; aquél con el que anunciaron desde Galilea hasta Jerusalén la llegada del Reino. El que fue rechazado por las autoridades y condenado a la muerte de cruz, vive ahora por la fuerza de la resurrección. El plan divino revelado en las Escrituras se cumplió dramáticamente en la vida del pobre de Nazaret que anunció la misericordia del Padre. En Él brilla ahora la gloria de la resurrección.

La comunidad de los seguidores de Jesús, desecha por la traición y el temor, es reestablecida a partir de este encuentro. Los apóstoles reciben el encargo de anunciar el mensaje de salvación a todas las naciones; ellos son los testigos de cómo Dios ha actuado misericordiosamente renovando la alianza. En la resurrección de Jesús la causa humana no está destinada al fracaso, pues siempre estará encendida la luz de la esperanza.

Adentrémonos ahora en el seno de nuestras familias. Cuántas relaciones esposo, esposa; padre, madre e hijos… han sido heridas a muerte por la traición, el odio, los silencios y la ausencia de cariño. Jesús nos ofrece la oportunidad de resucitar en nuestras relaciones; y sólo nos pide la humildad de nuestra fe para alcanzar lo que consideramos imposible. Él sigue contando con nosotros tal y como somos; no nos pide méritos y o una vida intachable sino únicamente la fe. Jesús nos pide que resucitemos en nuestras relaciones familiares y sociales, que sanemos el pasado con el bálsamo de su misericordia, y podamos de nuevo sentarnos a la mesa y compartir la vida.

Pidámosle a Él, que pasó por la muerte cruel, que salgamos hoy victoriosos de nuestra noche oscura y podamos, de verdad, ser hombres y mujeres nuevos en el anuncio de su reinado. 

Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.


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