26º Domingo Ordinario
San Marcos 9,38-43.45.47-48.
“Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos
pequeños que tienen fe…”
Un saludo caluroso para todos ustedes, hermanos y hermanas. Seguimos
recibiendo, al ritmo de la liturgia dominical, la riqueza de la Palabra de Dios
que se ofrece a nuestras familias como fortaleza y alimento en el camino.
En la Palabra de este domingo se proclama la misericordia de Dios que se
hace presente fuera de los límites del grupo de los discípulos: “El que no está
contra nosotros, está con nosotros”. El Dios del Reino no conoce fronteras, no
se puede poner límite a su poderosa actuación.
En la segunda parte del Evangelio Jesús instruye a los discípulos en los
temas del escándalo y el pecado. Jesús les habla en un tono muy duro. Comienza
con una severa advertencia sobre la necesidad de no escandalizar a los pequeños
que creen. El escándalo hay que entenderlo como poner trampas u obstáculos para
hace caer al que no ve con claridad, al que es débil. Las consecuencias pueden
ser muy serias: nos jugamos la propia vida y bienaventuranza.
Por ello Jesús les habla metafóricamente acerca del pecado: la vida, el
Reino de Dios, es lo más importante a lo que el ser humano puede aspirar;
cualquier cosa que impida alcanzar la vida debe ser apartada. El pie y la
pierna simbolizaban el dominio sobre alguien, y los ojos, la ambición
desmedida. Nuestro cuerpo, nuestros miembros no han sido pensados para la
maldad o la violencia. Nuestras capacidades y nuestros dones están destinados
al servicio de los demás, empezando por los indefensos. Ser “ocasión de
escándalo” nos aleja de la felicidad real.
En muchos hogares el ejercicio de la autoridad ha justificado el uso de la
violencia contra los menores. Esta violencia no se limita a los golpes; las
humillaciones, los gritos, el abandono, forman parte de esta incomprensible y
escandalosa tendencia de muchas familias. Se forjan en los hijos heridas
imborrables; se menoscaba la autoestima, el amor a la vida, y la capacidad de
ver el futuro con positividad. Ningún hogar cristiano debe permitirse vivir
envuelto en la sombra de la fatalidad. Debemos arrancar las raíces del afán de
poder y ambición desmedida. Nuestros hijos e hijas merecen vivir en un hogar
armonioso, cimentado en la ley del amor.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños,
cmf.

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