Domingo 16 de Septiembre de 2012
24º Domingo Ordinario
San Marcos 8,27-35
“El que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia,
la salvará”
Queridos hermanos y hermanas, mi saludo para ustedes en este domingo,
día del Señor. Deseo que estén compartiendo, en el calor del hogar, la alegría
de vivir y ser familia.
En el evangelio de este día se nos presenta a Jesús yendo a Jerusalén,
acompañado de sus discípulos. Están a la mitad del camino y para Jesús es hora
de cuestionar a sus seguidores: ¿qué cree el pueblo acerca de Él? ¿a quién
creen estar siguiendo?, ¿quién es Él para ellos?, ¿qué búsquedas personales les
mueve? Jesús conoce bien la condición humana y sabe que nuestra conciencia nos
hace la trampa. Aun creyendo seguir al Maestro podríamos estar extraviados, sin
identificarnos y comprometernos con sus enseñanzas y estilo de vida. Podemos
hacer una maravillosa profesión pública de fe en el Mesías y a la vez, como
Pedro, negar fácticamente la Pasión del Siervo de Yahveh.
Hoy, como familias cristianas, nos vemos enfrentados a situaciones
parecidas. Es muy fácil y hasta bien visto socialmente celebrar matrimonios con
toda la pompa, hacer voto público de amor eterno, cenar exquisitamente en una
recepción de bodas… pero llevar el amor nupcial hasta las últimas consecuencias
es un acto heroico en esta sociedad superficial y materialista, que cree que el
acta de divorcio es la solución más sencilla a la primera diferencia entre
marido y mujer.
Seguir a Jesús hasta Jerusalén es arriesgarlo todo por Él, por el Reino
que anuncia, por sus ideales. Ser familias cristianas es asumir el reto del
Mesías a vivir de una manera alternativa: dialogando, perdonando, defendiendo
la vida, siendo solidarios y hospitalarios. Seguir al Maestro implica para
nosotros el dejar de pensar como el resto del mundo y asumir la propuesta de
Dios.
Es necesario que estemos arraigados para cuando tengamos que subir a
Jerusalén y la crisis llegue. Arraigados en Dios. Arraigados en su Palabra.
Arraigados en su proyecto de amor. Para ello, aprendamos a decir en todo
momento “Dios primero”, “Si es voluntad de Dios”, “Dios proveerá”, “Dios es
nuestra fortaleza”, “Bendito sea Dios”, “En Él confiamos”… Frases como éstas se
convertirán en sanas raíces que nos ayudarán a padres e hijos a ver la vida con
seguridad. El pesimismo de los medios no puede con estas convicciones que
brotan del corazón creyente como ríos de agua viva. Ni el problema más grande
puede arrebatar la fe del que confía y lo espera todo del Señor.
Este es el
tiempo oportuno.
Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños,
cmf.

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