28º
Domingo Ordinario
San
Marcos 10,17-30.
“¡Qué
difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”
Queridas hermanos y hermanas: una vez más Jesús nos
ofrece su Palabra vivificante, para seguir afianzando los lazos del amor en
nuestro hogar. Que este domingo sea la
oportunidad para agradecer la cercanía del Dios Bueno.
El Evangelio de este día nos presenta a un hombre rico
que se acerca a Jesús preguntándole qué debe hacer para alcanzar la vida
eterna. Jesús le responde proponiéndole el camino de los mandamientos. El joven
insiste diciendo que esos mandamientos los cumple desde pequeño. Y el Señor lo
reta: vender todas sus pertenencias y darlas a los pobres. Esta propuesta de
Jesús desborda de las expectativas del joven y éste prefiere dar marcha atrás
porque poseía muchos bienes. Prefirió sus posesiones a la vida verdadera.
La conclusión de Jesús es sorprendente: “¡Qué difícil
será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”. En aquella sociedad la
abundancia de bienes era señal de bendición, la pobreza era considerada castigo
divino. Por eso los discípulos se sorprenden y se preguntan quién podrá
salvarse. Si el rico no fue capaz con la abundancia de sus bienes ¿quién podrá
alcanzar la eternidad?
La propuesta de Jesús es clara y desafiante: salir de esa estrecha meta de la salvación
individual y nos ocupemos solidariamente de la vida y salvación de los pobres;
que le sigamos en la construcción del Reino día a día, sin aferrarnos a las posesiones,
que al fin y al cabo son temporales. Cuando somos capaces de compartir los
bienes nos humanizamos y brilla en nosotros la dignidad de hijos de Dios. El
egoísmo nos aleja de Dios, y es la raíz de los males de la tierra, que
lamentablemente está regida bajo un orden económico criminal.
Solidaricémonos con sencillez a las necesidades del
prójimo. No estamos llamados a ser sólo gente buena, sino gente creíble en el
ejercicio de nuestro amor cristiano. Por otra parte, ningún interés económico
puede estar por encima de la dignidad y la felicidad de nuestras familias; el
amor que compartamos, el cariño y el tiempo son la mayor riqueza que podemos
ofrecer a nuestros seres queridos. Como dice el pensamiento popular:
El
dinero puede comprar una casa, pero no un hogar.
El
dinero puede comprar un reloj, pero no el tiempo.
El
dinero puede comprar una cama, pero no el sueño.
El
dinero puede comprar un libro, pero no el conocimiento.
El
dinero puedo comprar un médico, pero no la salud.
El
dinero puede comprar una posición, pero no el respeto.
El
dinero puede comprar sangre, pero no la vida.
El
dinero puede comprar sexo, pero no el amor.
El
dinero puede comprar una cruz, pero no la salvación.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente,
su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

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