30º Domingo Ordinario
San Marcos 10,46-52.
“¿Qué quieres que haga por ti?”
Estimados hermanos y hermanas, es domingo. La luz recién amanecida nos
habla de la presencia del Resucitado en nuestra historia. Permitamos que el
Señor haga su obra hoy en nuestra familia.
En el evangelio que se proclama en este día se nos presenta a una
persona discapacitada y excluida como modelo de fe. En los domingos anteriores,
un rico no fue capaz de abandonar sus posesiones y los discípulos estaban
preocupados por ocupar los puestos de poder. Catequéticamente San Marcos ubica
el milagro de la curación de este ciego para aleccionarnos sobre el paso
decisivo que debemos dar para entrar en la vida del Reino: la fe.
Efectivamente, el ciego Bartimeo, en medio de su enfermedad (la
ceguera), su exclusión (ser mendigo a la orilla del camino), del rechazo de la
multitud que intenta callarlo… ve en Jesús la posibilidad de salir de su
situación y por ello clama con voz potente para obtener misericordia. Bartimeo
fue llamado por Jesús y fue capaz de dejar lo poco que poseía (arrojó su
manto), experimentó la fuerza del amor que sana y se puso a seguir al Señor por
el camino. En Bartimeo se hicieron realidad las palabras del magníficat: “Dios
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”; “a los
hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide sin nada”.
Posiblemente como familias tenemos muchas posibilidades y medios para
ser felices, sin embargo, no damos el paso decisivo de la fe y nos atamos a las
riquezas pasajeras que simplemente acumulan la polilla de una vida superficial
e injusta. Para seguir a Jesús hay que renunciar al espejismo de las posesiones
y decir el sí rotundo de la fe. Hermanos y hermanas, si queremos un cambio en
nuestra familia y ver la luz, tenemos que ser como Bartimeo y pedir
misericordia. La propuesta de Jesús es siempre actual: que pasemos de la
tiniebla a la luz, del borde del camino al centro, de la pasividad del mendigo al
dinamismo de quien cree en Dios.
Quisiera dar una palabra también a aquellas familias que tienen en su
hogar a personas con alguna discapacidad. En el hogar debe crearse un ambiente
de amor, igualdad y respeto que permita que estos hermanos y hermanas crezcan y
desarrollen sus propios talentos. El maltrato o el abandono se han convertido
en factores que hieren la dignidad de estos seres humanos que llevan ya de por
sí una carga muy pesada; no permitamos que nada de esto ocurra en nuestro
hogar. Finalmente, enseñemos a nuestros pequeños a respetar a todas las
personas, a ser solidarios y compasivos como lo fue Jesús con Bartimeo.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños,
cmf.

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