17º
Domingo Ordinario
San
Juan 6,1-15: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados”
Estimados hermanos y hermanas, un
saludo afectuoso para cada uno de ustedes. Que el Señor se manifieste cada día
en sus familias con la fuerza de su amor.
En el Evangelio de este domingo
San Juan nos relata cómo Jesús recorre la provincia de Galilea anunciando la
Buena Noticia del Reino. Una multitud ha
descubierto en Jesús al gran profeta venido de Dios; sus palabras han hecho
resurgir la esperanza en el pueblo en medio de la situación de miseria,
enfermedad y exclusión que vivía. El Señor ve en esta multitud a un gran rebaño
sin pastor, hambriento, sin lo básico para vivir como seres humanos.
Jesús pregunta capciosamente a
Felipe dónde se podrá comprar pan para toda esa gente. El apóstol responde como
un buen economista: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera
comer un pedazo de pan”. Andrés, por su parte, lleva ante Jesús un niño que
tiene cinco panes y dos pescados; sin embargo, no es capaz de vislumbrar que
puede hacer Jesús con tan poco alimento. La mente de los apóstoles aún se
mantiene enceguecida según los esquemas del mundo egoísta y mercantilista. Es
por eso que Jesús, a partir de la generosidad de un niño, realiza el signo de
la abundancia de pan y de peces que sacia el hambre de la multitud. De un gesto
sencillo venido de un pequeño Jesús logra enseñar a sus apóstoles cómo Dios
manifiesta su gloria: no es el dinero el que dará respuesta al hambre de
nuestro mundo, sino el ejercicio de la solidaridad humana.
Las estadísticas globales nos
muestran que el hambre de nuestro mundo se multiplica cada vez más. A pesar de
que hay suficientes recursos en la Tierra para que todos vivamos bien, el
espíritu del acaparamiento y del egoísmo ciego impide la justa distribución de
los bienes que Dios ha creado para todos sus hijos. “El MFC, en su compromiso
con la justicia, parte de una visión cristiana del hombre, frente a tantas
otras visiones ‘inadecuadas de su dignidad que atentan contra su genuina
libertad, impiden la comunión, o no promueven la participación con Dios y con
los hombres’ (Puebla 305-339) y por tanto asume que ‘todo hombre y toda mujer
(Gal 5, 13.24) por más insignificantes que aparezcan, tienen en sí una nobleza
inviolable, que ellos mismos y los demás deben respetar y hacer respetar sin
condiciones’ (Puebla 317)” (SuSuSu 159). Nuestro trabajo a favor de las
familias pasa necesariamente, según el espíritu de Jesús, por la creación de un
espíritu de solidaridad que aniquile el hambre de tantos seres humanos, hijos e
hijas de Dios.
Al interior de nuestras familias
debemos forjar en nuestros pequeños el valor del compartir, tanto en el hogar
como en aquellas situaciones donde el prójimo esté necesitado. Nada de lo que
tengamos en mano nos pertenece, todo proviene de Dios. Nuestras cosas, dones y
carismas Dios los ha puesto para que las compartamos. El buen ejemplo que demos
a nuestros hijos será el semillero que logrará en el futuro una sociedad más
justa, según el pensamiento de Dios. Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente,
su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

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