18º
Domingo Ordinario
San
Juan 6,24-35: “El que viene a mí jamás tendrá hambre”
Un cordial saludo para ustedes,
hermanos y hermanas, que perseveran en el seguimiento del Señor y animan a otros
a sumarse a la gran obra del Reino. Que este día domingo les ayude a afianzar
los lazos de su familia en el merecido descanso y en la celebración de la
Eucaristía.
El Evangelio de hoy es
continuación del relato del domingo anterior. En ese episodio Jesús realizó el
maravilloso signo de la abundancia de panes y pescados para la multitud y se
fue solo a la montaña para evitar que lo proclamasen rey. Hoy el texto nos
describe como esa misma multitud lo busca desesperadamente en Cafarnaúm. Jesús,
que conoce el corazón humano, les cuestiona seriamente sobre las motivaciones
que les mueven; ellos han saciado su hambre material, han encontrado una
solución inmediata a su pobreza, pero siguen sobrellevando en su existencia
otras hambres que difícilmente pueden ser satisfechas con el alimento
ordinario. El Señor les propone creer en Él como el enviado del Padre para
vencer ese apetito desmedido que les hace buscar por caminos equivocados la
vida verdadera.
Hermanos y hermanas, nuestra
sociedad mercantil ha levantado un ídolo en honor de nuestro ego. Nos creemos
grandes y vemos a los demás como súbditos, nos llenamos de posesiones, pagamos
sumas extraordinarias por cirugías estéticas, dejamos de comer para tener
cuerpos extraordinarios. El lujo y el despilfarro se ha convertido forma de
vida. Pagamos monetariamente por una felicidad ególatra e insatisfecha. Este es
el hambre que mueve hoy a las multitudes. Y es el hambre que provoca el hambre
mortífera e injusta de tantas víctimas de la guerra y de la economía mundial.
Por ello Jesús nos propone creer
en Él como el único alimento que saciará nuestra hambre. Tener fe en Jesús no
es únicamente una cuestión racional o devocional tan sencilla como decir “el
credo”. Tener fe en Jesús es vivir como Jesús vivió: apasionadamente unido a su
Padre y luchando apasionadamente por la vida del pueblo. Creer en Jesús es ser
como Jesús, asemejarnos en sus valores, asumir sus opciones, y entregar la
propia vida como Él lo hizo en la cruz. Y para eso debemos cambiar,
convertirnos. Como dice nuestro SuSuSu 146: “El Espíritu debe renovar a las
personas e infundir en ellas un nuevo dinamismo, una luz que dé sentido a sus
vidas y una esperanza que les anime en la lucha. Si hablamos de cambio en las
personas significamos la transformación que se opera en lo profundo del ser
para hacer hombres nuevos”.
¡Señor, danos siempre de ese pan.
Tú eres el alimento que ha bajado del cielo y el que verdaderamente sacia el
hambre del mundo. Ven a nuestras familias y enséñanos el camino que nos lleva a
la vida!
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente,
su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

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