20º
Domingo Ordinario
San
Juan 6, 51-58.
“Mi
carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”
Hermanos y hermanas, el Señor
esté siempre en sus hogares alentando la vida y el amor en su diario caminar.
Que este domingo la luz de la Palabra brille en todo su esplendor.
En el evangelio de este día,
Jesús continúa su enseñanza sobre el pan y se presenta a sí mismo como alimento
que da la vida: alimento para nuestro peregrinar cristiano y alimento que nos
asegura la vida definitiva en la resurrección. Es alimento que nos hace entrar
en comunión con el Señor, haciéndonos uno con Él.
Como familia que ha hecho alianza
con Dios, debemos participar dominicalmente en la Eucaristía. La mesa del banquete
se ofrece gratuitamente para nosotros. Él nos espera como el servidor y nos ha
preparado nuestro lugar. Debemos tomar conciencia de lo que Él nos ofrece y
dedicar el tiempo necesario para vivir la misa como un momento especial de
encuentro con el Señor. Juan Pablo II enseñaba que “el tiempo ofrecido a Cristo
nunca es un tiempo perdido, sino más bien ganado para la humanización profunda
de nuestras relaciones y de nuestra vida” (Dies Domini 7).
Cuando no encontremos respuestas
en nuestra vida, cuando el amor haya perdido su fuerza, cuando los problemas
nos abrumen, cuando la tentación se nos eche encima, cuando hayamos perdido la
esperanza… la Eucaristía será nuestro mejor alimento. Nada mejor podrá
sustituir lo que Dios nos regala. Como MFC debemos procurar siempre participar
con fe viva en la liturgia de la Iglesia. Como hijos e hijas que nos sentamos a
la mesa recibamos con humildad el alimento bueno que se nos ofrece.
A nuestras familias se les suele
llamar Iglesias Domésticas, “esto significa que en cada familia cristiana
deberían reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera (EN 71), lo cual
supone la vivencia familiar de la fe, la esperanza y el amor, que se han de
expresar, entre otras formas, en la liturgia familiar, en la comunión y
participación y en la reconciliación” (SuSuSu 44).
Permitamos al Señor que actúe en
nuestras vidas. Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente,
su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

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