4º Domingo de Adviento
Lucas San Lucas 1, 39-45.
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre”
Hermanos y hermanas, un saludo sincero y afectuoso para todos ustedes.
La gloria de Jesús nos empieza a iluminar y estamos a pocas horas de celebrar su
nacimiento. Ojalá que vivamos en familia este tiempo tan especial.
Estamos en el 4º Domingo de Adviento y la liturgia nos propone la escena
de la visitación de María a su prima Isabel. Ambas mujeres, bendecidas con el
don de la maternidad, celebran, llenas de regocijo, cómo Dios fija su mirada en
la pequeñez y la humildad de los pobres. Ni la vejez estéril de Isabel, ni la juventud
virginal de María son obstáculo para que Dios muestre su misericordia al mundo.
La gestación de Juan y de Jesús son buena noticia para el pueblo; donde todo
parecía inerte, Dios puso la gota de su rocío de vida.
La maternidad sigue siendo el gran regalo de Dios para las familias.
Cada vez que recibimos un hijo o una hija en el seno del hogar hacemos actual
la promesa de Dios que interviene en el proceso de nuestras vidas.
Hoy, por diversas circunstancias, muchas parejas no pueden concebir,
mientras otras cortan el nexo con sus hijos e hijas por medio del aborto.
Parece que estamos con el mundo patas arriba, pues se nos hace creer que
legalizando clínicas y prácticas abortivas damos solución a un serio problema
moral que afecta a nuestras sociedades. Ninguna nación, ninguna persona puede
reclamar el derecho de manipular la vida de un ser humano. Dios es el autor de
la vida. Eduquemos a nuestros hijos para que sean verdaderas personas. No
permitamos que ellos piensen que un aborto es una solución correcta y sana para
la irresponsabilidad y el egoísmo. Aunque estemos inmersos en sociedades
enfermas nuestras familias cristianas deben dar razones creíbles de que el
Evangelio de la Vida es posible.
Dios se ha hecho ser humano en Jesús, y para hacerlo tuvo que pasar las
mismas etapas que nosotros para nacer. La maternidad de María nos demuestra que
Dios se hace cercanísimo y amigo. El misterio de la encarnación revela que el
Padre nos ama inmensamente y que cuenta siempre con nosotros. Aprendamos a
vivir de ese amor y compartamos con los demás la esperanza de un mundo mejor y
más humanizado.
Que la navidad ya cercana nos haga celebrar la vida que nace. Este es el
tiempo oportuno.
Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños,
cmf.

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