domingo, 3 de febrero de 2013

FAMILIAS FORMADORAS DE PROFETAS




Domingo 03 de Febrero de 2013
4º Domingo Ordinario
Lucas 4,21-30.
“Y decían: ¿No es este el hijo de José?”

Muy queridas familias emefecistas, un saludo cordial para ustedes, deseándoles paz y bienestar en sus hogares. Que la luz del domingo ilumine sus vidas y fortalezca el vínculo del amor que les une.

El Evangelio de este día es continuación del texto del domingo pasado. Recordemos cómo Jesús llegó a su pueblo natal para anunciar también allí la buena noticia del Reino de Dios; actualizando las antiguas profecías de Israel en su propia persona Jesús dijo: “Hoy se cumplen estas palabras que acaban de escuchar”. En el texto que nos propone la liturgia este día se remarca, por un lado, la admiración por las palabras que proclama el hijo de José y, a la vez, el cuestionamiento, la duda, la controversia y el rechazo de la sinagoga en una misma escena.

Es sorprendente cómo los nazarenos, vecinos de  Jesús, no son capaces de reconocer en el hijo de José y de María al Mesías. Rechazan al médico y al profeta prometido por Dios para sanar y consolar a los pobres. La hora de Dios es desapercibida por una multitud que espera ver sólo milagros, sin acoger aquel mensajero que puede cambiarles la existencia por completo. La violencia se apodera de aquella gente y Jesús prueba, por adelantado, un trago de lo que vivirá en su pasión. Sin embargo, Él se abre paso en medio de la gente, como un nuevo Moisés que atraviesa el Mar Rojo del rechazo. La misión no se puede detener, el Espíritu le urge a continuar su anuncio de bienaventuranza.

Dios se revela tan sencillo y cotidiano que desconcierta la mente humana. Aquel hijo de Nazaret, educado por José y María en la gran tradición de los profetas se siente lleno del Espíritu de Dios. Su corazón siente compasión del pueblo que sufre pobreza, enfermedad y cárcel. No se conforma ni se cruza de brazos ante las muchedumbres que elevan su clamor al cielo pidiendo ayuda, salvación. Jesús asume el riesgo de ser médico y profeta porque en su familia aprendió a servir y a amar incondicionalmente. La esperanza y el amor de sus padres le formó para ser un verdadero hijo de Israel.

Nuestras familias están llamadas a ser escuelas de profetas. Como bautizados somos profetas, reyes y sacerdotes al servicio de la humanidad sufrida. Por eso, padres y madres deben cultivar en sus hijos el espíritu de compasión, solidaridad y esperanza activa para cambiar este mundo frío y violento. Con pequeñas prácticas de amor a los pobres nuestros pequeños asimilarán que todos debemos aportar algo para ir dando al rostro de la Madre Tierra nuevo vigor y armonía. Eduquemos para vencer el egoísmo, que es raíz de toda violencia. Enseñemos a amar para formar la gran familia humana.

 Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

No hay comentarios:

Publicar un comentario