29º Domingo Ordinario
San Lucas 18, 1-8: “Les enseñó con una parábola que
era necesario orar siempre sin desanimarse”.
Muy estimados hermanos y hermanas, llegue a ustedes mis mejores deseos
para que en sus vidas reine la paz y la alegría. Que este domingo, día del
Señor, disfruten de compartir juntos en familia la gracia de escuchar la
Palabra de Dios.
En el Evangelio que hoy se proclama el tema central es la oración
dirigida con confianza al Padre. Lucas nos presenta una parábola que Jesús
dirige a sus discípulos para enseñarles sobre la necesidad de orar siempre sin
desanimarse; se trata de la parábola del juez y la viuda insistente. Las viudas
en la época de Jesús representaban a una clase social formada mujeres
marginadas y desprovistas de todo amparo. Por el machismo de aquel pueblo, la
mujer perdía su dignidad social sin un varón que velase por ellas en sus
necesidades vitales básicas. Junto con los huérfanos y los extranjeros forman
la triada que los profetas siempre defendieron ante la injusticia social. En
este caso, la viuda pide a un juez indolente que le haga justicia frente a su
adversario, sin que éste muestre interés alguno en su caso. Es tal la
insistencia de la viuda que el juez llega a razonar que, aunque él no teme Dios ni le importa la gente, le es mejor
hacer justicia a la viuda para librarse del fastidio. Jesús pone en
contraposición la conducta inhumana del juez y el amor misericordioso del Padre
que escucha y acoge las súplicas de sus hijos e hijas… Dios escucha siempre y
sabe hacer justicia a quienes piden con fe. La oración es la llave que nos abre
todas las puertas.
¿Cómo debe ser nuestra oración?
Confiada: Nuestra oración no se dirige a un juez indiferente
sino a un Padre que conoce nuestras necesidades. La oración por tanto es y debe
ser un diálogo familiar y amoroso con quien sabemos nos entiende de verdad.
Persistente: Debemos perseverar en la oración día y noche.
Estamos llamados estar en un “clima de oración” en medio de la turbulencia de
nuestro trabajo y de nuestros sufrimientos.
Hecha con fe: La fe nos hace creaturas nuevas, hijos e hijas de
Dios en Jesús. Por tanto, creemos en que lo que es imposible para nosotros es
posible para el Padre.
Desde las necesidades más profundas: Debemos vencer nuestro ego, “nuestro viejo yo”, que no
sabe pedir como corresponde a los hijos de Dios Padre. Debemos pedir “el pan de
cada día”, no la prosperidad del mañana. No debemos pedir cosas superfluas o
egoístas, sino lo que nos hace ser realmente seres humanos.
Esforcémonos hermanos y hermanas en crear en nuestros hogares un clima
de oración. Que padres e hijos sepan dirigir su voz al Dios de la vida,
pidiendo amor, unidad y fidelidad en todo momento.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños,
cmf.

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