Domingo 17 de
Noviembre de 2013
33º Domingo Ordinario
San Lucas 21, 5-19: “Manténganse firmes y se
salvarán”.
Estimados hermanos y hermanas, que la luz matinal del domingo que nos
amanece, recuerdo vivo de la resurrección del Señor, les anime a celebrar la
vida y el amor familiar con espíritu renovado.
Estamos a dos semanas de concluir el año litúrgico y la Iglesia nos
ofrece en este día un pasaje del llamado discurso apocalíptico o escatológico
de Jesús. Este tipo de literatura apocalíptica (“revelación de Dios”) o
escatológica (“que habla de las cosas últimas”) suele surgir en épocas en que
el pueblo sufre persecución y calamidad; se trata de un género literario
religioso que pretende despertar la esperanza en los pueblos que sobreviven a
los embates de la injusticia y la opresión de los imperios. Estos escritos se
encuentran, por ejemplo, en el libro de Daniel, en algunas cartas paulinas y en
el Apocalipsis de Juan.
¿Qué mensaje se desea transmitir con este estilo de
profecía?
Dios es el Señor de la Historia: en sus manos está el destino de la humanidad y ninguna
institución, por grande y poderosa que sea, podrá regir el futuro de los hijos
e hijas de Dios. Por eso en el episodio de este domingo Jesús dice que del
Templo de Jerusalén no quedará piedra sobre piedra.
No hay que prestar oído a los falsos profetas: Muchas personas usurparán el nombre del Mesías,
alardeando de prosperidad y bienestar para sostener un sistema de injusticia.
Son falsos profetas del ámbito religioso, político y comercial que reniegan y
blasfeman contra la cruz del Mesías, el Siervo Sufriente. Cuando se habla de
futuro sin Dios, felicidad individual, prosperidad sin justicia social y
salvación sin comunidad se blasfema contra la cruz de Cristo.
La tierra sufre las consecuencias del comportamiento
humano: Somos
parte de una gran sinfonía iniciada por el Creador del Universo. Cuando el ser
humano se entrega a la maquinaria de la muerte y arremete contra sus hermanos y
contra la misma creación, la Tierra “se despierta” y entra en un caos
inacabable. La enfermedad, el hambre, los desastres naturales y las señales del
cielo no son castigos divinos, sino consecuencias del actuar degenerado del
hombre.
Los hijos e hijas de Dios somos defensores de la vida:
Por el bautismo
estamos llamados a resistir al sistema y defender la vida en armonía que
procede del amor de Dios. Persecución y cárcel, martirio serán los distintivos
por los que seremos reconocidos como seguidores de Cristo en la historia. Por
eso, no podemos acallar nuestra voz profética ante un mundo asesino y
descreído. Nuestra palabra y testimonio serán el aviso de un mundo nuevo que
surge en medio de “dolores de parto”. Debemos mantenernos firmes en el cuidado
y defensa de la vida.
Permitamos que la hora de Dios sea hoy y que podamos experimentar a
plenitud en nuestras familias la vida nueva del Reino que Jesús nos prometió. Este
es el tiempo oportuno.
Cordialmente, su asesor, P. Freddy Ramírez Bolaños,
cmf.

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