Solemnidad de Pentecostés
San Juan 20, 19-23: “Reciban el Espíritu Santo”.
Queridos hermanos
y hermanas, reciban un saludo especial de mi parte, en este día que celebramos
la solemnidad de Pentecostés. Que El Espíritu de Dios les acompañe y les
fortalezca en sus luchas de cada día.
Cincuenta días
después de la resurrección, la comunidad de los seguidores de Jesús, unidos en
oración con María, ven cumplida la promesa del Maestro que anunció el envío del
Espíritu Santo. La casa en la que están reunidos se llena de un viento fuerte
proveniente del cielo, sobre cada uno de ellos se posan llamas de fuego y
empiezan a hablar de las maravillas de Dios en lenguas extranjeras. Es el
fulgurante nacimiento de la Iglesia misionera. Parecía imposible que un grupo
tan pequeño y compuesto de gestes tan humildes pudiesen emprender una empresa
así. Fue el Espíritu el que llenó sus vidas y les animó a proseguir con
valentía la tarea de anunciar el Reino de Dios hasta los confines de la tierra.
Es éste Espíritu
el que anima a tantos hombres y mujeres en la historia para ser testigos de la
fe, la esperanza y la caridad. Es el Espíritu el que actualiza la Palabra de
Dios para iluminar la vida de las familias y las comunidades. Es el Espíritu el
que está presente en los sacramentos para ir transformándonos en personas
nuevas a imagen de Jesucristo, el hombre nuevo.
Nuestros hogares
necesitan ser renovados diariamente en el fuego del Espíritu. El don de Dios,
el dulce huésped del alma, es el que puede tocar aquellas situaciones de
muerte, de dolor y de fracaso en vida nueva. Nos hace salir de nuestra
comodidad para anunciar el Evangelio a otras familias que están sumidas en una
muerte progresiva. Pidamos su fuerza, como los discípulos y María lo hicieron,
para cambiar el rostro de la sociedad. Despertemos la esperanza para gestar un
mundo nuevo regido por el amor.
El mundo brilla de alegría.
Se renueva la faz de la tierra.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Ésta es la hora
en que rompe el Espíritu
el techo de la tierra,
y una lengua de fuego innumerable
purifica, renueva, enciende, alegra
las entrañas del mundo.
Ésta es la fuerza
que pone en pie a la Iglesia
en medio de las plazas
y levanta testigos en el pueblo,
para hablar con palabras como espadas
delante de los jueces.
Llama profunda, que
escrutas e iluminas
el corazón del hombre:
restablece la fe con tu noticia,
y el amor ponga en vela la esperanza,
hasta que el Señor vuelva.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.

No hay comentarios:
Publicar un comentario